La Ciudad

El día que Mar del Plata entró en la inmortalidad del mundo del ajedrez

Se disputaba la undécima ronda del XVI Torneo Internacional en el Casino Central. Un yugoslavo enfrentaba al mejor jugador argentino en lucha directa por el campeonato. En la partida sucedió algo que pondría el nombre de Mar del Plata en la mente de todos los ajedrecistas hasta el día de hoy.

Por Fernando del Rio

Era marzo de 1953 y Svetozar Gligoric estaba sentado en la habitación de su hotel pensativo, con la mirada fija en el tablero de ajedrez de práctica, ese que siempre llevaba a todos los viajes. Miraba las piezas negras y calculaba. Cada tanto corría la cortina con el propósito de despejar la mente contemplando esa ciudad que lo volvía a cautivar. Tenía solo 20 minutos para encontrar alguna variante a la Defensa India de Rey que desde el año anterior había adoptado como su preferida porque el rival al que debía enfrentarse en un rato, en la undécima ronda del XVI Torneo Magistral de Mar del Plata, merecía tomar el riesgo del análisis apresurado.

Ya caía el sol en la tarde del 28 de marzo y Gligoric vio algo que no había visto antes. Que sobre el flanco de rey de su imaginario oponente había una posibilidad de avanzar el peón de la columna g. Analizó lo que un gran maestro haría ante esa jugada y siguió viendo algo diferente. Entendió que era un desarrollo lógico del juego y se preguntó algo que muchos años después se volvería a preguntar: “¿cómo no se le ocurrió antes esto a alguien?”.

Gligoric bajó convencido las escaleras del hotel y caminó hasta el Casino Central, en cuyas puertas giratorias la gente se agolpaba para entrar. Ya había estado en Mar del Plata, le gustaba la ciudad y le traía buenos recuerdos también, porque se había llevado el trofeo de ganador en 1950. Por esos años Gligoric era uno de los mejores jugadores del mundo y formaba parte del poderoso equipo yugoslavo junto a Vasja Pirc y Petar Trifunovic. Con ambos había estado hablando en el hotel sobre la trascendental partida que tenía por delante. Enfrentar al gran maestro argentino Miguel Najdorf, leyenda ya del ajedrez internacional y el único con chances de disputarle el liderato del torneo, representaba el mayor de los retos.

Con su bigote de extremos afinados y la elegancia que se estilaba por entonces en las solemnes batallas ajedrecísticas, Gligoric se asomó en el ex salón nácar del Casino Central y buscó entre todas las mesas aquella que tuviera el cartel con su nombre y con el de Najdorf. En medio de la espera saludó a mucha gente sin que eso supusiera un tormento: entendía su rol de jugador más importante de todos los que allí estaban. Además era el líder invicto del torneo, el hombre a vencer, el yugoslavo de palabra fácil con predisposición natural para el diálogo.

El ineludible libro escrito por Svetozar Gligorić.

Los espectadores, por cientos, se acomodaban cerca de ese tablero y fingían sinceridad en sus pedidos de disculpas a otros después de dar un empujón o de abrir demasiado los codos en busca de un mejor lugar. Ninguno de ellos sabía que estaban por contemplar una partida que quedaría en la historia y que le daría a Mar del Plata un nombre propio en el ajedrez hasta el día de hoy. ¿Si ni el propio Gligoric lo sabía cómo alguno de los demás podría siquiera imaginarlo?

La partida empezó con alguna demora. Era la ronda 12 y Gligoric llevaba un punto de ventaja sobre Najdforf, 10.5 a 9.5, producto de acumular 10 victorias y un empate contra 8 triunfos y 3 tablas del gran maestro argentino nacido en Polonia.

Tal como lo había estudiado en su cuarto de hotel, Gligoric respondió con una defensa India de Rey la apertura d4 y el juego se desarrolló de manual hasta el movimiento 7. Gligoric recordaba aquella columna g y se esforzó por encadenar movimientos que le dieron posicionalmente una tendencia. La partida tuvo a un Najdorf –aseguran los entendidos- algo conservador y la planificación del yugoslavo fue perfecta. La disposición de caballos y una torre en la séptima fila confirmaron que ese esquema era novedoso. “¡Aquí nació la Variante Mar del Plata!” dijo Gligoric en 2002 al repasar su partida y ver el movimiento 19.

Najdorf estiró su agonía hasta la jugada 48 y abandonó. Gligoric supo que el campeonato era suyo en ese momento pero no que acababa de inmortalizar a Mar del Plata.

Dos rondas más tarde frente a Erich Eliskases, un austríaco radicado en Argentina, volvió a practicar la misma variante de la defensa India de Rey y surtió efecto una vez más. Fue hostil y contundente, para una nueva victoria con piezas negras. Con el torneo ya asegurado, perdió su invicto con quien sería el único invicto en aquel 1953, otra leyenda argentina, Julio Bolbochán. Gligoric entonces se encaminó hacia su segundo Magistral de Mar del Plata y recobró parte de la confianza perdida en los últimos malos resultados para ir al torneo de Candidatos en Zurich con más fortaleza.

Cobertura de LA CAPITAL al finalizar el torneo.

Esa variante agresiva de la defensa pasó a tener nombre propio en el mundo del ajedrez. Se llamó la Variante Mar del Plata y no solo su nombre se mantiene al día de hoy, sino que es una de las más jugadas. La jugaron el propio Najdorf, la jugó el genial Garry Kasparov y en tiempos actuales el estadounidense de origen japonés Hikaru Nakamura, una de las grandes estrellas de estos tiempos. Casi no existen variantes, aperturas o defensas que lleven el nombre de una ciudad.

En su libro publicado en Reino Unido en 2002 (King’s lndian Defence. Mar del Plata Variation, Editorial B. T. Batsford Limited)  conocido en español como La Variante Mar del Plata, Gligloric explica su extraña relación con la propiedad de esa gran idea. “El verdadero origen de la Variante Mar del Plata siguió siendo oscuro, y en la creencia de que abstenerse del autobombo es signo de elegancia y buen gusto, durante los siguientes treinta años, me mostré indeciso en cuanto a reivindicar la paternidad de la misma. En realidad lo mencioné por primera vez, aunque pasó desapercibido, en la edición rusa de mi autobiografía, en 1983, y volví a decirlo, esta vez “en voz alta”, cuando se me pidió que diese una conferencia sobre el tema a los jóvenes jugadores. Fue en mi ciudad, Belgrado, ¡nada menos que en 1999!”, señala.

Aquellos años de glorioso esplendor de Mar del Plata como “Capital Latinoamericana del Ajedrez” quedaron atrás. Esos torneos en los que los grandes campeones deseaban participar son un recuerdo nostálgico. Para entender la dimensión que Mar del Plata tenía por entonces solo hay que pensar que al año siguiente del triunfo de Gligoric, en 1954, el campeón fue el mejor ajedrecista nacido en Argentina, Oscar Panno (el mismo que tras su renuncia a las competencias regresó en1962 en el Magistral del club Kimberley), o  que la edición 1960 del Torneo Internacional lo ganaron en ex aequo el ruso Boris Spassky y el estadounidense Bobby Fisher en 1960, quienes en 1972 disputarían el más icónico enfrentamiento por el Campeonato del Mundo en plena Guerra Fría. Mar del Plata acumulaba méritos más que suficientes para que algo  misterioso y mágico sucediera a su favor.

Gligoric, considerado el mejor jugador serbio de todos los tiempos aunque para muchos también lo fue de la Yugoslavia unificada, fue periodista, árbitro, autor de varios libros, comentarista, dirigente y murió en Belgrado, en 2012, a los 89 años. Poco antes de su muerte, cumplió el sueño de grabar un disco con 12 composiciones musicales. Mar del Plata le debe a él el honor de ver su nombre orbitando por siempre en el universo del ajedrez.

 

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